PICOS DE EUROPA... O EL "DESAFÍO EXTREMO"
[NOTA DE LA REDACCIÓN: para este artículo os aconsejamos que tengáis puesto el reproductor de música de la derecha en sus cortes nº 3, 4 y 5. Al final, y sólo al final, podéis visualizar una presentación de fotos. Asimismo, rellenad la sencilla encuesta de la derecha, con el fin de acertar con la letra más adecuada.]
Allá por el mes de julio de 1990, equipados con nuestras mejores galas, un grupo de aguerrid@s montañeros emprendimos la aventura de dar un paseíllo por la cordillera Cantábrica. Fueron siete días con sus 6 noches, ciertamente inolvidables.
La preparación llevó varias semanas: consulta de mapas, definición de etapas, elaboración de croquis y perfiles como los que ahora hace el MARCA para las etapas de montaña de la Vuelta. Había que fijar los horarios, buscar los enlaces de autobuses y trenes para la ida y la vuelta. También los menús para cada día, la intendencia y los medios para transportala.
El conocimiento que Javi Martínez tenía de los PICOS DE EUROPA fue imprescindible para que la planificación fuera un auténtico éxito.
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Himno a los Picos... De Ida. |
Con la perspectiva que da el paso de los años podemos decir que lo más satisfactorio de la organización fue el sentirnos protagonistas. ya que asumimos nosotros mismos la organización y planificación de todo. Sin ordenadores, ni internet, ni teléfonos móviles, ni subvenciones de la Concejalia de la Juventud... Teníamos 16, 17, 18 ó 19 años y fuimos capaces de organizarnos e ilusionarnos; sabiendo ser merecedores de la confianza que nuestros padres y animadores depositaron en nosotros.
Así, una vez hechas las compras y preparada toda la intendencia, cojimos nuestras mochilas, sacos, esterillas y tiendas a cuestas, y nos metimos en un tren que nos dejó en León. Una vez allí paseamos y comimos en un parque que años más tarde se haría famoso gracias a D. José Luis Rodríguez Zapatero, ya que cada vez que va a León mata la nostalgia paseando con su padre por allí (claro, que para evitarles molestias o disturbios propios de estos tiempos, lo cierran al público). Allí matamos el tiempo como sólo nosotros sabíamos hacerlo por aquel entonces.... ¡¡jugando a las películas!!!!
A primera hora de la tarde un autobús nos trasladó hasta Posada de Valdeón donde llegamos más contentos que unas pascuas dispuestos a colocar nuestras maravillosas tiendas de campaña revisadas y limpias antes de salir de Burgos... Lo siento se me escapó la ironía, repito el párrafo: “dispuestos a colocar nuestras maravillosas tiendas de campaña revisadas, todas menos una, antes de salir de Burgos”. La que estaba sin revisar no diremos de quién era porque 22 años después no merece la pena tirarle piedras a nadie. Lo que sí contaremos es que era una canadiense bastante amplia y la única que tenía avance, que no cerraba y que tenía algún que otro defectillo en piquetas, gomas y vientos... [ya está, juro que no vuelvo a hacer mención al estado de la tienda]. La plantamos y cenamos porque la cosa no daba para mucho más...
¡Ja! Después de la cena había que rezar (sí, rezábamos, así de raros éramos y seguimos siendo), pero antes de empezar la oración a alguien se le ocurrió que podíamos calentar un poco de agua para después podernos tomar una infusioncilla y combatir el relente de la noche con algo caliente metido en el cuerpo. ¿Dónde colocar el campingás y el cazo con el agua? Pues en el avance de la canadiense... a mitad del Padre Nuestro algo pasó, ¿un movimiento desequilibrante, una ráfaga de aire...? ¡¡Quien sabe!!! La cuestión es que el cazo del agua cayó en dirección interior de la tienda con lo que se mojaron 3 de los 4 sacos que estaban estiraditos esperando para acoger y abrigar a las moradoras de la tienda esa noche. Se mojaron los sacos y se mojó la tienda, claro. Resumiendo: primera noche 4 deportadas a otras tiendas, 3 de ellas sin saco. Si alguno tiene interés en saber más de esa noche que le pregunte a las interesadas que la pasaron de una forma un tanto peculiar.
A la mañana siguiente desmonte de tiendas, desayuno sin accidentes, mochila a la espalda y camino de Caín. Cabe mencionar que alguien dejó caer una cantimplora de las de aluminio llena de agua en el dedo gordo del pie de Franky y éste pasó a ejercer de Kun-Fú. Ya no se pudo poner las botas y las llevó todo el tiempo colgadas de la mochila haciendo todas la rutas de montaña en sandalias como un campeón.
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Los aguerrid@s, arriba mencionados esperan ansiosos
a los que se incorporaron un día más tarde a esta travesía. |
Caín nos esperaba con una maravillosa parcela dónde poner nuestras tiendas y las de aquellos otros que se incorporaron aquel día a la ruta fantástica. Alguien se dedicó a marcar con piedras el caminito de entrada a la parcela y también se empeñó en que teníamos que entrar por la puerta... Nos visitaron los Cuerpos Especiales del Ejército aterrizando en helicópteros con gran despliegue de medios y gran espanto nuestro. Piluca se afanaba en preguntarles “¿de qué colegio sois?”, mientras Fran tocaba la guitarra con mucha ilusión pero poco éxito. La economía sumergida nos visitó en forma de abuela de Caín y nos cobró el alquiler del terruco donde habíamos plantado la tienda a la vez que disfrutamos de la presencia en forma de mortadela del “Tío Ramón” a quien habían afeitado y cortado las uñas... Alguno casi se pone malo.
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Fran, emulando al "Cainejo"
en su ascensión a Bulnes |
Disfrutamos de un maravilloso atardecer en uno de los parajes más bonitos de todos los Picos de Europa.
Al día siguiente nos dispusimos a atravesar la garganta del Cares para volver a plantar la tienda pasado Poncebos, camino de Bulnes. Estaba previsto acampar en Puente Poncebos pero allí no había un metro cuadrado de terreno para montar las tiendas. Así que mochila a la espalda y a subir camino de Bulnes. ¡Qué pendiente! A la hora de picar para arriba, a la vera de la senda, junto al torrente que baja a Puente Poncebos montamos las tiendas y pasamos la noche. Estas son las ventajas del año 1990: sin Parque Natural, permitida la acampada libre,.... Allí en el torrente nos bañamos los más valientes como atestiguan las fotos que aún se conservan.
Ese mismo día, mientras se montaban las tiendas, algunos tuvieron que volver a Poncebos para recoger el avituallamiento que había llegado vía coche, como estaba previsto. Si no os lo dijimos entonces os lo digo ahora: ¡¡¡Gracias por el esfuerzo!!!
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Marta y Fran prefieren mirar atrás
para no perder los ánimos |
"Caminante se hace camino al andar"..., pues al día siguiente seguimos andando: camino de Bulnes.... Sin funicular, que todavía no se había construido, (no se crea nadie que nos íbamos a ahorrar esfuerzos) y allí llegamos algunos más muertos que vivos pero después de un pequeño descanso y traguillo de agua seguimos porque nuestro destino era el Collado Pandébano. El camino se hizo interminable. Un camino en zig-zag continuo, con empedrado primero, transformado en senda más tarde, y ascensión a través del pasto para terminar. Pero siempre con unos desniveles terribles. Nunca olvidaremos las expresiones desesperadas de Ana Belén resoplando a la cola de aquella hilera humana: “Esta es la última vez que subo una cuesta a pie. A partir de ahora, si no es con coche, no subo”.
¿Qué demonios había en las mochilas? Lo típico, algo de ropa, algo de comida, la parte de la tienda que te hubiera tocado llevar y... ¡sorpresa!, en algunas ¡¡un melón de dimensiones descomunales!! Una de estas tres piezas fue devorada aquella misma noche ante la seria amenaza de tirarla rodando por el Collado abajo.
Llegados al destino nos encontramos un grupo de jóvenes de Maristas de Madrid que hacían algo parecido a lo nuestro pero con Land-Rover de apoyo, lo que les ahorró cargar con la mochila, las tiendas y la comida... Con ellos celebramos una Eucaristía que a nosotros nos sació el hambre de pan (sólo pan) para una buena temporada. La cosa es que se consagró pan de hogaza y a nadie se nos ocurrió preguntarles cuántos maristas iban a comulgar. Dimos por hecho que de los 30 que había comulgarían la mayoría... Pues muy mal, no hay que dar por hecho nada, comulgaron unos 5 con lo que al resto nos tocó terminar la reserva eucarística porque no había manera de guardarla.
Cada mochuelo a su olivo que el día siguiente prometía ser duro: había que subir al Naranjo de Bulnes y no era cuestión de tener el cuerpo más roto de lo que ya lo teníamos.
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Sin palabras... bueno... qué c. miraba Rodrigo |
Amaneció con niebla, mucha niebla, apenas sí se veía de una tienda a otra. No íbamos a levantar el campamento porque Sonia, que tenía la espalda fatal y un pie medio muerto, se ofreció amablemente a quedarse sola todo el día cuidando de nuestras pertenencias. La realidad es que quería quedarse sola para disfrutar de la compañía de las vacas que invadieron nuestro campamento, y por qué no, hacer una capea privada. Después de varias recomendaciones y despedidas dejamos a nuestra amiga para encaminarnos al Naranjo. Poco a poco, trecho a trecho, paso a paso... fuimos dejando la niebla en el valle para divisar, a la altura de La Tenerosa, un alucinante paisaje de picos que rodeaban un colchón de nubes de algodón... ¡¡¡Una pasada!!! A las 12 llegábamos a nuestro destino y un bicharraco tremendo atacó a Javi Peque, con lo que hubo que operarle de urgencia (ver presentación de fotos). Todos queríamos ser cirujanos, anestesistas y enfermeros. Transcurrido el tiempo hemos de reconocer que el bicho no fue tan nefasto para Javi como lo fuimos nosotros. Él, que es humilde, y nos quiere no dice nada y sólo sonríe.
Pasamos el día entre cabras y piedras, con un sol de solemnidad, comiendo queso con membrillo y pan de hogaza que se nos hacía una bola en la boca y no pasaba ni bebiendo el agua helada de los manantiales. Y después de disfrutar de las vistas, el Naranjo y los alpinistas que estaban en la pared, tomamos el camino de regreso con un acompañante de lujo, un tío que estaba al cuidado del refugio con su mula. Él bajaba para ir a comprar tabaco ¡¡lo que son los vicios!!! Yo creo que por no volver a subir hubiera dejado de fumar.
En el campamento estaba Sonia sana, salva y hasta el gorro de las vacas que según nos relató eran bastante anarquistas, intentó venderles un plan de pensiones pero no lo consiguió.
Esa noche descubrimos que el Hola es una revista científica, que alguno de nuestros compañeros había desentrañado el misterio del Lago Ness, que se puede llevar un melón atado del pelo (siempre que se tenga) y no recuerdo cuántas barbaridades más, pero seguro que muchas, ¡ah!... y que las alumnas de Reparadoras, estén donde estén, siempre terminan cantando el himno.
A la mañana siguiente había que recoger el campamento ¡qué raro! Y caminar hacia Arenas de Cabrales, allí nos despedimos de algunos que regresaban en coche a Burgos. El grueso del regimiento plantamos las tiendas en el atrio de la Iglesia, cortesía de la hermana del cura a la que le dimos pena, y nos desperdigamos por una ladera donde cenamos. Luego nos dedicamos a contemplar estrellas, decir tonterías, reírnos y... dormir. Algunos lo hicieron en las tiendas pero las pasaron canutas porque se oían cosas raras (el cementerio estaba al otro lado de la tapia) al menos eso cuentan. Los de la ladera durmieron poco y mal. Estaba tan empinada que había que hacer mucho esfuerzo con las rodillas para no terminar en las zarzas de abajo.
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"Uni-Look" - Versión Montaña y Versión Playa |
El día amaneció nublado, una vez cumplido con el trámite del desayuno volvimos a levantar por última vez el campamento y nos metimos en un autobús camino de Santander. Evidentemente la mayoría del tiempo fuimos viajeros silenciosos.
Llegamos a la capital cántabra para invadir los lavabos de la estación, una semana lavándonos en riachuelos, charcas y a cantimplorazos nos habían asilvestrado un poco. En el de chicos no sé que ocurrió pero os puedo asegurar que el de chicas fue una fiesta.
Cumplido el trámite de la higiene personal y todos repeinados nos fuimos a comer un bocata a un bar donde se quedaron bastante alucinados con los personajes que poblaban la mesa del fondo, y de allí nos presentamos en la playa con mochila, chubasqueros y chirucas. Llovía a ratos y hacía frio pero algunos locos de atar se bañaron y todo. Construimos un parapeto con las mochilas y las esterillas y allí nos dedicamos a resguardarnos del aire y nos echamos la siesta... Hasta ahora no he querido nombrar a casi nadie por su nombre pero no puedo resistirme a contar la anécdota protagonizada por Luis Carlos: chubasquero azul, sombrero de paja, vaqueros negros, zapatillas, mochila a la espalda, mapa y brújula en mano se paseaba por la playa preguntando dónde estaba la playa de Santander. A algunos nos dolían las mandíbulas de reírnos al ver la estampa; ¡¡¡genial Luis Carlos!!!
Creo que a eso de las 20:00 cogimos otro autobús que nos trasladó a Burgos. En la estación esperaban algunos padres y quienes habían regresado la tarde anterior en coche esperando nuestro regreso. Seguro que me he dejado muchas cosas en el tintero, incluso algunas de las que narro no ocurrieron en el lugar o de la manera que las narro. No pretendo acertar al cien por cien, es simplemente mi recuerdo. Pero agradeceré muchísimo que a éste relato se unan otras vivencias y anécdotas de lo que ocurrió en Picos para que todos podamos enriquecernos y revivir aquella semana.
Voy a aprovechar la oportunidad para daros las gracias a todos los que estuvisteis en aquella y en otras muchas convivencias. Si vuelvo la vista atrás en el tiempo y me miro en la actualidad puedo decir que soy quien soy gracias a lo que compartí con todos vosotros y a las actitudes que, entre anécdota y anécdota, se fueron forjaron: responsabilidad, esfuerzo y sacrificio compartido, alegría, entusiasmo, confianza.
Casilda y Begui